Podríamos ubicar cronológicamente este editorial entre dos fechas de profunda significación: el 12 de Setiembre, fecha del fallecimiento del Dr. Norman Burlaug, y el 16 de Octubre, el Día Mundial de la Alimentación.
Burlaug, un ingeniero forestal nacido en Estados Unidos en 1914, y radicado en México, en 1944, llegó a ser premio Nobel de la Paz en 1970. Su mérito no fue menor. Se considera que salvó más de 1000 millones de vidas gracias a que sus contribuciones aumentaron enormemente la productividad de alimentos consiguiendo evitar una hambruna mundial durante la segunda mitad del siglo XX.
El 16 de octubre de cada año, se celebra el Día Mundial de la Alimentación, proclamado en 1979 por la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Su finalidad es concientizar a los gobiernos y pueblos del mundo sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. El día coincide con la fecha de fundación de la FAO en 1945.
Paradójicamente el informe anual de la agencia de las Naciones Unidas dedicada a la asistencia alimentaria (Programa Mundial de Alimentos (PMA), señala que la ayuda mundial en alimentos está en su nivel más bajo en 20 años, a pesar que la cantidad de personas en estado crítico está aumentando hacia su punto más alto de la historia. "Este año tenemos más personas hambrientas que nunca", señaló Josette Sheeran, la directora del PMA, quien hizo hincapié en que "muchas personas se despiertan y no cuentan ni con una taza de comida".
A juicio de la responsable del organismo humanitario de la ONU, esa situación constituye una "receta para el desastre" y resulta "crítica para la paz, seguridad y estabilidad en muchos lugares del mundo".
Singularmente son las mismas circunstancias que inspiraran a Burlaug a llevar a cabo su tarea, con el agregado de otra coincidencia: la PMA estima que el número de personas con hambre, superará este año los 1000 millones por primera vez en la historia, que es la misma cantidad de seres humanos que se presume que Burlaug evitara que murieran por hambruna.
Independientemente de la brutal realidad que se presenta con respecto a las “hambres extremas”, existe, en estado latente, un amasijo de posibles “hambres ocultas” que los líderes mundiales deberán considerar seriamente; se estima que hacia el año 2020 será imprescindible duplicar la producción agroalimentaria mundial para poder satisfacer la demanda de proteínas.
Hemos aprendido últimamente, que aquellos procesos universales que comprometerían la tranquilidad mundial han dejado de ser patrimonio exclusivo de nuestras progenies y, se nos abalanzaron de golpe invadiendo nuestra realidad cronológica, estamos hablando de aquí a una década como plazo para producir el doble de una cantidad alimentos que, en la actualidad ya no alcanza para dar conformidad a todas las necesidades.
Podríamos decir entonces que el legado de Burlaug tiene una vigencia absoluta y que su desafío lo ha sobrevivido impertinentemente, él ha abierto las puertas hacia caminos que hoy tenemos la certeza deberemos transitar para lograr los saltos tecnológicos que nos permitan estar a la altura de las circunstancias a la hora de multiplicar los panes.
Argentina había logrado triplicar su producción en tres décadas, sin aumentar su superficie cultivable, fue el país que el mundo esperaba para comprar sus alimentos, desde el principio de siglo sólo fueron años de records de rindes y producción, crecimos cuantitativa y cualitativamente, asombrando a propios y extraños, todo se perfilaba para alcanzar la orgullosa marca nacional de 200 millones de toneladas, nadie podía dudar que Argentina estaba en el camino futuro de alimentar a 400 millones de personas.
De repente todo el escenario se transforma, todo cae y se desmorona, la realidad pone en ridículo la tecnología que supimos construir y después de 120 años caemos a la producción triguera de nuestros abuelos y sus arados, perdemos nuestros rodeos faenando vientre útiles, nos frustramos como nación y asombramos al mundo que no alcanza a comprender el derrotero absurdo de ese país que todo lo tiene pero nada logra, nuestros vecinos de la región ocupan nuestros espacios, cautivan nuestros mercados y contemplan incrédulos nuestra incapacidad de imitar a quienes inspiramos durante tanto tiempo.
Políticas de Estado marcan las diferencias entre ellos y nosotros, su ausencia o, lo que es peor, la implementación de políticas tendenciosamente negativas hacia la producción agropecuaria, han hecho que nuestro país viera diluirse sus posibilidades de aprovechar un contexto de alta demanda mundial, con precios favorables y rindes históricos extraordinarios, el daño infligido al sector, al interior del país y a la Nación en su conjunto, ha sido y seguirá siendo oportunamente demandado, pero justo es que los titulares de estas responsabilidades entiendan, que por lo anteriormente manifestado, habrá un mundo, una comunidad internacional entera que demandará también, en un futuro próximo por tanta falta de responsabilidad.
La alimentación ha sido una cuestión estratégica para los Estados, (CON LA COMIDA NO SE JODE) y este valor se acentúa exponencialmente al vaivén de múltiples factores, desde el crecimiento poblacional hasta el cambio climático, y en un mundo que por su globalización, a problemáticas globalizadas demanda soluciones globalizadas, se harán pagar políticamente muy caro las irresponsabilidades que atenten contra el desarrollo en armonía de los pueblos, nadie, en estas reglas de juego, puede negar caprichosamente a otros lo que podría sobrarle, en correcto uso de su inteligencia y en una economía mundial de alimentos, como la que estamos viviendo es indispensable asegurar
BUENAS COSECHAS PARA TODOS!!!