Por: Pablo Ogallar - Presidente de la Asociación de Maíz y Sorgo Argentino (Maizar)
Por su papel en la producción de alimentos y el potencial de crecimiento que tiene, el maíz puede ser un gran generador de desarrollo para el país.
La producción debe crecer.
La cadena del maíz ocupa un lugar prioritario en el desarrollo de varios países por su capacidad de generación de empleo y las múltiples oportunidades de crecimiento que ofrece, tanto en los países que producen grandes volúmenes, como la Argentina, como en aquellos que deben importarlo, como Japón.
La campaña que culmina fue muy complicada. La sequía, el desplome de la economía mundial y diversos factores condujeron a que el área sembrada caiga más de un 25% respecto de la campaña anterior.
En 2009, varios factores hacen prever precios sostenidos para el maíz; esto conforma una perspectiva muy promisoria que puede incidir positivamente sobre los productores en la próxima campaña y ampliar la superficie sembrada. El arrendamiento de la tierra cayó alrededor de un 25% y también se redujeron los valores de fertilizantes y agroquímicos. Así, los costos para la producción van a disminuir fuertemente respecto de la campaña pasada.
Por otro lado, el mercado internacional ofrece una oportunidad. A pesar de la crisis, la demanda de maíz continúa sostenida y la Argentina es el único lugar del mundo donde la producción puede crecer. Al mismo ritmo, crece también la demanda por los productos de su transformación: carne vacuna, lácteos, pollos, huevos, carne de cerdo y productos de las moliendas húmeda y seca, como biocombustibles y almidón.
Estas perspectivas fueron las que nos impulsaron a trabajar en un plan, consensuado por todos los actores de la cadena agrupados en Maizar, para desarrollar las cadenas de valor del maíz y sorgo, y abastecer esa demanda potencial. El plan propone que el área sembrada con estos cultivos crezca y llegue a cifras hasta ahora impensadas para nuestro país. Así, lograríamos incrementar la producción y exportación de carne vacuna, leche y pollo, dejaríamos de importar cerdo, se acrecentarían las ventas de maquinaria y se podría obtener energía a bajo costo a través de biocombustibles.
De acuerdo con el Departamento de Estudios Económicos de la Universidad Católica Argentina, la cadena del maíz y sorgo aporta el 2,4% del valor agregado bruto (VAB) constante y el 2,8% a precios corrientes. En 2017, según el escenario planteado por Maizar, la cadena del maíz y sorgo llegaría a aportar el 7,6% del VAB, a precios corrientes.
Esto tendría un alto impacto en la estructura productiva del país. Dada una población ocupada de 14.719.000 personas en 2007 (datos del Ministerio de Economía), el empleo directo del maíz y sorgo sería del 0,24% del total. Si se adicionan los empleos indirectos, el empleo de la cadena sería de 859.531 personas, el 5,8% de la población ocupada.
Sin embargo, la clave para incrementar la participación del maíz en el mercado global está en el desarrollo de acuerdos estratégicos junto con el sector público, que podrá incrementar su recaudación a partir del aumento de la producción.
El funcionamiento de los mercados, su transparencia y la necesidad de lograr que los precios externos no afecten los costos de la canasta familiar son algunos de los desafíos por enfrentar. La formación de precio en forma transparente estimula las inversiones ya que genera un horizonte previsible para el productor y proveedores, y estimula la financiación de insumos, el canje y la prefinanciación de exportaciones; esto otorga liquidez a la cadena e incentiva el uso de las tecnologías.
El papel del productor es crucial en la estrategia de desarrollo de esta cadena. Ha sido la figura clave en la adopción continua de nuevas tecnologías y su rol no se limita a sembrar, sino que también estuvo involucrado con la transformación de forrajes en productos de valor agregado.
El grano de maíz es la principal materia prima para sectores cada vez más relevantes. Algunos encuentran hoy una oportunidad de crecimiento única y pueden aspirar a transformarse en líderes mundiales con productos de alta calidad basados en la disponibilidad de maíz en gran cantidad a un bajo costo. Las cadenas de producción de carne, junto con el sector lechero, tienen un gran potencial para crecer y transformarse en grandes consumidores de maíz en los próximos años.